viernes, 5 de febrero de 2010

DESARROLLO HISTÓRICO DE LA PENITENCIA

A partir del bautismo los creyentes constituyen una comunidad de salvación, en una iglesia santa y sin mancha que ha sido purificada por la sangre de Cristo, porque con Él ha vencido el pecado para siempre, esta misma pureza ha de mantener aquellos que pertenecen a esta comunidad, para ello pues existen unos parámetros a los cuales los bautizados se adhieren y acogen en el momento de bautizarse, y pues la tradición nos lleva a acercarnos al bautismo siendo unos infantes en la mayoría de los casos, pero se reafirma en el momento de la confirmación, pero este no es tema de este resumen.

Los pecados se distinguen entres pecados graves y pecados leves, al hacer esta distinción no se tiene en cuenta la gravedad objetiva o subjetiva del pecado, sino sobre todo la pena canónica que le corresponde; son pecados graves aquellos que le corresponde la pena canónica de carácter público y pecados leves aquellos que la pena es personal, individual y que se pagan con una mortificación, ayuno u oraciones.

En la celebración de este sacramento se tiene en cuenta en primer lugar la confesión, que es la manifestación de los pecados cometidos, manifestados al obispo cabeza de la comunidad. En segundo lugar está la penitencia, es una fase muy importante que a través de mortificaciones y humillaciones, según la costumbre de las iglesias y la gravedad de los pecados manifestados, en tercer lugar viene la reconciliación, que al final del período penitencial, más o menos largo según los casos, el penitente era declarado solemnemente pro el obispo reconciliado con Dios y con la comunidad.

La reconciliación tenía lugar mediante un rito de imposición de manos y una oración sacerdotal, se celebraba el jueves santo, y el penitente podía participar plenamente en la Eucaristía.

Tal y como hoy celebramos este sacramento, deberíamos darle realmente el sentido que se merece, esto es, el de una verdadera conversión, donde la aceptación no solo se ponga en un sentido mágico sino mas bien en la actitud interna del penitente.
También encontrar de nuevo el clima eclesial que caracterizaba la celebración de la penitencia en los primeros tiempos.

El pecador no solo se reconcilia con Dios, sino también con toda la comunidad eclesial.

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