jueves, 4 de febrero de 2010

PRIMERA Y SEGUNDA CARTA A LOS TESALONICENSES Y LOS GALATAS

Tesalónica era la segunda ciudad griega en importancia, después de Atenas; Pablo durante su segundo viaje misionero, entre los años 49-50, llega a Tesalónica, acompañado por Silas y Timoteo, y, después de predicar, logra convertir al cristianismo a algunos pocos judíos, y sobre todo un buen número de paganos, con los cuales se constituye la comunidad cristiana de Tesalónica. En sus dos cartas a los Tesalonicenses, Pablo responde: ¿qué sucederá con los difuntos sorprendidos por la muerte antes de la venida gloriosa de Cristo Jesús? y ¿cuándo tendrá lugar esta venida?

Es muy probable que las dos cartas hayan sido escritas entorno al año 51, desde Corinto, separada una de otra por pocos meses. En la primera carta Pablo afronta el tema escatológico, en la segunda precisa algunos puntos del mismo tema, para que “no se dejen confundir”, invitándolos a “perseverar en la fe” y a no descuidar el trabajo cotidiano. El principal interés que se percibe en esta Carta es de tipo pastoral, pero encierra un grande valor teológico, expresado en las enseñanzas de Pablo que iluminan y orientan la experiencia de fe de sus destinatarios, particularmente en lo que se refiere a la esperanza cristiana ante las últimas realidades de la existencia humana. La teología de esta carta presenta un tema de fondo, constituido por el vínculo entre historia y parusía; al dar su enseñanza sobre este argumento, el Apóstol ofrece una nueva concepción del regreso glorioso del Señor, acompañada de otras indicaciones doctrinales y pastorales.

CARTA A LOS GÁLATAS. El nombre de esta epístola se refiere a los destinatarios de la misma. En este caso particular, se trata de los cristianos de Galacia. Pablo se encontraba probablemente en Efeso, cuando le llegaron noticias de que sus comunidades de Galacia se encontraban inmersas en una grave crisis de identidad cristiana. En realidad, la crisis había sido provocada desde afuera, a la región gálata habían llegado unos predicadores del Evangelio, que ponían en entredicho la validez y legitimidad del anuncio del Evangelio hecho por Pablo, a quien acusaban de falsear el mensaje, de predicar un evangelio mutilado, de ser un mini-apóstol. Aunque se llama “crisis gálata”, hay que reconocer que no era una situación que afectaba sólo a las comunidades de Galacia, se trataba de un problema sentido en toda la Iglesia. Pablo baja un poquito el tono apasionado de su carta, para demostrar que la verdadera salvación no viene de la observancia estricta de la ley, sino que es don de Dios, a través de Cristo, aceptado por la fe.

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